Era la flor llameando del cactus de montaña
Era aridez y fuego, nunca se refrescaba
Piedra y cielo tenía a pies y espaldas
Y no bajaba nunca a buscar ojos de agua
Ojos de agua
Donde hacía su siesta las hierbas se enroscaban
De aliento de su boca y brasa de su cara
Doblarse no sabía la planta de montaña
Y al costado de ella, yo me doblaba
La dejé que muriese robándole mi entraña
Se acabó como el águila que no es alimentada
Por ella todavía me gimen sus hermanas
Y las gredas de fuego al pasar me desgarran
Cruzando yo les digo: buscad por las quebradas
Y haced con las arcillas otra águila abrasada
Si no podéis entonces
Ay, olvidadla
Yo la maté y vosotras
También matadla
Una en mí yo maté,
Ya no la amaba