El agravio de tus labios, que juraron y engaáaron,
embeleso de tu beso donde preso me quedé.
Un zarpazo fue tu abrazo y tu piel de seda y raso,
un infierno cruel y eterno donde el alma me quemé.
El hastío con su frío hizo nido en todo mío,
si quererte fue la muerte, el perderte es morir más.
Que misterio es el cariáo que en la cruz de tu abandono,
todavía te perdono y te quiero mucho más.
Clavaste
sin temor, con toda el alma,
a traición y por la espalda
un puáal, ¿y para qué?
No ves
que estoy herido y te sonrío
que aún te llamo cielo mío
y que aún beso tu puáal.
¡No lo ves,
que pese a todo y contra todo
en el cielo o en el lodo
yo te quiero siempre igual!
Maldecirte, no seguirte, no quererte, aborrecerte,
libertarme de tus manos, rosa fresca, no podré.
Como un ciego tambaleo sin tu voz, sin tu sonrisa,
cielo y brisa, tierra y todo, me recuerda tu querer.
Siempre arde, noche y tarde, esa antorcha de tus ojos
en tu pelo soy abrojo que pretende ser clavel,
como hiedra que se aferra a la piedra inevitable,
de tu amor inolvidable aferrado me quedé.