Esta historia comienza sin ningún final, caminando sin miedo, sin nada de afán. Lo vi sentado en silencio respiraba el mal. El centro del miedo huele a orinal. ¿Dónde entierro a mi perro?, decía. Lo vi primero llorando, luego empezó a fumar, tenía en la mano un bolso y vestía muy mal. Con ademán decoroso me invitó a sentar, lo miré de reojo y me empezó a hablar. ¿Dónde entierro a mi perro?, decía. Nunca supe que decir o pensar, sólo es cierto que para el animal no hay nada eterno. Lo miré con asombro sin poder opinar, apretaba su bolso se veía muy mal. Adentro vi lo que había empecé a temblar, dormía ya muerto su pequeño can. ¿Dónde entierro a mi perro?, decía.