(Tercera canción de la cantata La primavera muerta en el tejado)
Pichona sin pichón, águila suave,
de repente surgida desde el techo,
sola estaba,
de bruces,
procurando
derribar sobre el pecho de la calle
cuanta sombra y su hombre le faltaran,
el silencio a su clara palomera,
salpicada de cólera y de orgullo.
El invierno quemaba fragores insolentes,
rugiendo sus volcanes rabiosos.
Sus relojes
fundían debajo de los pliegues
el incierto tic tac del mediodía
ardiendo.
Los vecinos no vieron lo que vieron,
apenas cazadores que pasaban.
Y por fin la encontraron,
dieron con la paloma,
bocabajo en las tejas,
disparando su enojo.
Y apuntaron las armas enemigas y aleves,
numerosas de siempre y de memoria.
Pichona sin pichón, águila dulce,
hija del techo,
roja enredadera,
solitaria,
violeta,
tumultuosa,
defendiendo el enigma de su pueblo,
la humillada bandera de sus muertos,
el respeto a su clara palomera
salpicada de cólera
y
de
orgullo.