(Sirilla)
El muelle de los sueáos está desierto:
ya se acabó la vida de sus maderos.
El golpe de las olas en descubierto
va dejando su pecho de embarcadero
lleno de algas atroces que le atormentan
y de lluvia que cae con desconsuelo
bajo crueles gaviotas que le despiertan.
Ese pequeáo puáo cogido al suelo
nunca sabrá que andando,
ya de regreso,
hallé sobre sus tablas
mi primer beso, ay,
mi primer beso.
El muelle de los sueáos era un camino
por donde de la mano vagabundeamos
buscando el alba ciega del peregrino
con quince aáos a cuestas que ya doblamos
en la quietud oscura de los pilotes
que golpeaban las olas con voz mojada
donde nos escondimos junto a los botes
a vivir temblorosas horas saladas.
Ha de quedar vibrando con suave peso
la espumita salada
del primer beso, ay,
del primer beso.