El ciudadano se despierta al alba.
La ciudadana se despierta al alba.
Bajan los dos por altas escaleras,
dejan atrás cornudos edificios
que rompen en dos gotas la maáana.
En la ciudad florecen alaridos.
Torea el humo contra la estampida.
Truena el tanque bastardo en la alameda.
La sangre pone al sol su ojo en neblina
y hay muertos arrastrados por las lágrimas.
¿Cómo expresar la furia que me embarga?
¿Cómo doblar las manos homicidas?
¿Y cómo refugiar entre mis brazos
a tanta gente que huye en vastas recuas
laceadas por la maldición del siglo?
El ciudadano yace sobre un puente.
La ciudadana yace bajo el agua.
En la ciudad se apagan los sollozos.
En la alameda escucha un gran silencio.
La libertad se enoja y se suicida
como otras tantas veces en que dio
la vida.