Eran cien ovejas, que había en un rebaño;
Eran cien ovejas que amante compró;
Un día por la tarde al contarlas todas,
Le faltaba una, le faltaba una y triste lloró.
Las noventa y nueve dejó en el aprisco,
Y por las montañas a buscarla fue;
La encontró gimiendo, temblando de frío,
La tomó en sus brazos, ungió sus heridas y al redil volvió.
Yo era esa oveja que andaba perdida,
Lejos de mi Cristo, lejos de Jesús;
Pero un día el Maestro, me tendió su mano,
Me tomo en sus brazos, ungió mis heridas y al redil volví.
Las noventa y nueve dejó en el aprisco,
Y por las montañas a buscarla fue;
La encontró gimiendo, temblando de frío,
La tomó en sus brazos, ungió sus heridas y al redil volvió,
La tomó en sus brazos, ungió sus heridas y al redil volvió.