Tango querido, suena para mí,
y que me arrulle tu doliente son,
Ayúdame a cantar y déjame soáar.
Estoy tan triste con mi soledad
y sin saber a quién pedir
cuatro palabras de esperanza,
por mi vida, cansada de vivir.
¡Déjame soáar!,
le repetía siempre,
¡Déjame soáar!,
quiero soáar con tus caricias,
con tus besos, con tus ojos,
que me llaman sin cesar.
Muy pronto he de partir
y lejos y sin ti,
quién sabe que seré,
¡no sé, no sé, mi vida!
¡Déjame soáar!,
y en el instante del adiós,
mi divino amor, déjame soáar.