Se hace la hora deseada y una vez comprada, codicia y delicia. Al pie de aquella barranca ese cuarto oloroso de puerta de lata. Riendo en falso, ante el curioso que mira y ellas esperan sentadas que alguien las cobije y acaricie. La mesa se va agrandando y los invitados juegan su juego. La charla invade el terreno los tragos de invierno se van consumiendo. El narigón sigue observando el contexto de los movimientos y ellas esperan sentadas por alguien que se digne a rozarlas. Liberando un pasado infectado difícil de curar embriagando las almas, un débil recluta sin piedad. Barranca abajo demontre de la pubertad la rabia rompe el silencio de la curiosidad y ese furioso ladrido eterno ensayarán y el Narigón del Barranco, los provocará. ¡ Ignorándolos ! - ¡ Invitándolos ¡