Hubo un Rey en un castillo con murallas de membrillo, con sus patios de almendrita, y sus torres de turrón. Era el Rey de Chocolate con nariz de cacahuate, y a pesar de ser tan dulce tenía amargo el corazón. La Princesa Caramelo no quería vivir con él, pues al Rey en vez de pelo le brotaba pura miel. Aquel Rey al ver su suerte comenzó a llorar tan fuerte, que, al llorar, tiró el castillo y un merengue lo aplastó. En los bosques del castillo han sembrado un gran barquillo, y lo riegan tempranito con refrescos de limón. En el lago la cascada es de azúcar granulada, y el arroyo, en vez de piedras, va arrastrando colación. La Princesa Caramelo a su paje Pirulí lo mandó con el monarca a decir por fin que sí. El Marqués de Piloncillo, mayordomo del castillo, lo ha limpiado con la lengua para que se case el Rey.