No sé quién pero yo no puedo torcer mi cuello más de noventa grados para ver lo que me perdí. Ni poder cambiar la chica manca me tendió su mano y desde entonces, quise pegarme a ese brazo como una calcomanía. Ahora voy a mirar por la cerradura para ver lo que me guardas detrás de la puerta que me cerraste. Sentado en la terraza, sus dedos rompen nubes sueltas y sólo entonces, hablamos de nuestras cosas. Y veo venir, cosas que se me escapan y aunque tenga mis momentos es lo que siempre me pasa, tendría que acostumbrarme. No sé quién pero yo no puedo torcer mi cuello más de noventa grados para ver lo que me perdí. Para después pedir más, porque nunca es bastante, cómo iba a conformarme con todo lo que puedas darme.