No hay error más grave
Que dejar el destino en manos de las letras
El que no aprende sucumbirá
Ante el peso de la palabra
La Cábala no conoce piedad
Lleva siglos sujetando los hilos
Atormentando a los débiles
Se ha metido a sus casas
Viene y se va
Pero nunca con las manos vacias
Los indefensos solo acatan
Mientras sus vidas se apagan lentamente, sin resistencia
Como los amaneceres y los atardeceres
Que se ahogan en la niebla
Perdidos en una cortina de humo
Que brota de entre las piedras
Por las noches veo los labios que succionan
De una sola e interminable calada, sus almas
Como si estuvieran succionando
El último pucho de un cigarro
Me dan pesar aquellos que tienen que
Besar esos labios
Plagados de ese amargo sabor
A plomo de las balas
Se agarran de ellos a cambio de
Encontrarse al lado del más fuerte
Engañados por una fina silueta
Del aliento del tabaco, que los embriaga
Antes de que la daga de la traición se cobre
Su deuda milenaria
Ofreciéndose a nuestros brazos
Igual que una amante a la que todos rechazan