Fue todo inevitable lo que aconteció,
primero fue el encuentro y después su adiós,
su olvido resentido que no perdonó;
después, con su recuerdo inevitable mi canción...
Y es la canción del hombre que no supo odiar,
que llora lo perdido, pero sin rencor,
del hombre que ya nunca, nunca más la ha de nombrar,
después de esta canción de adiós.
Decile adiós, mi bandoneón...
Decime adiós, a mí también...
Ya que después mi canción se irá conmigo
para morir silenciosa en el olvido,
ya que después no habrá nada entre nosotros.
Su alma y mi alma se distanciarán.
Decile adiós, mi bandoneón...
Decime adiós, a mí también...
Te dejaré tirado en un rincón
como a mi corazón,
después de esta canción.
Fue todo presentido lo que aconteció,
la lluvia de esa tarde me lo anticipó;
su beso triste y frío no era para mí,
después esta tristeza que yo nunca conocí.
Y ya que la historia tuvo tal final,
inevitablemente me la nombrarás;
no quiero su recuerdo ni tu llanto, bandoneón,
después de esta canción de adiós.