A las peligrosas rubias de bote
que en relicario de sus escotes
perfumaron mi juventud.
Al milagro de los besos robados
que en el diccionario de mis pecados
guardaron su pétalo azul.
A la impudica niáera madura
que en el mapamundi de su cintura
al niáo que fui espabiló.
A la flor de lis de las peluqueras
que me trajo el tren de la primavera
y el tren
del invierno me arrebató.
A las flores de un dia
que no duraban,
que no dolian,
que te besaban,
que se perdian.
Damas de noche
que en asiento de atras de un coche
no preguntaban
si las querias.
Aves de paso,
como paáuelos cura-fracasos.
A la misteriosa viuda de luto
que sudó conmigo un minuto
tres pisos en ascensor.
A la intrépida "cholula" argentina
que en el corazón con tinta china
me tatuó "peor para el sol".
A las casquivanas novias de nadie
que coleccionaban canas al aire
burlón de la "nit de Sant Joan".
A la reina de los bares del puerto
que una noche depués de un concierto
me abrió
su almacén de besos con sal.
A las flores de un dia
que no duraban,
que no dolian,
que te besaban,
que se perdian.
Damas de noche
que en asiento de atras de un coche
no preguntaban
si las querias.
Aves de paso,
como paáuelos cura-fracasos.
A Justine, a Marylin, a Jimena,
a la Mata-Hari, a la Magdalena,
a Fatima y a Salomé.
A los ojos verdes como aceitunas
que robaban la luz de la luna de miel
de un cuarto de hotel, dulce hotel.
A las flores de un dia
que no duraban,
que no dolian,
que te besaban,
que se perdian.
Damas de noche
que en asiento de atras de un coche
no preguntaban
si las querias.
Aves de paso,
como paáuelos cura-fracasos.