Cayó la tarde y él tenía tangos,
whisky en la zurda y, en la otra, sed.
Su voz, un gusto de magnolia macho,
los muslos duros de saber volver.
Cayó la tarde y él tenía tangos,
tangos alzados que sabía él, él, él.
Él te sembró toda la piel de quieros,
y quiero a quiero calentó tu piel,
desabrochó tu soledad por dentro,
de un sólo quiero y de una sola vez.
Él te sembró toda la piel de quieros,
quieros enteros que mordía él, él, él.
Su boca encinta de un misterio bravo,
diez hembras hondas te empujó a crecer,
porque en tu pelo y tu silencio largos,
veinte varones él sabía ser.
Su boca encinta de un misterio bravo,
misterio en fardos que cargaba él, él, él.
Y tuvo tangos, otra vez, su tarde
porteáamente sangradora y fiel,
cuando se fue con todo el beso al aire,
whisky en la zurda y, en la otra, sed.
Y tuvo tangos, otra vez, su tarde,
la tarde grande que moría en él, él, él.
(A Lucas Demare)