Aquí viene el milongón
surgiendo del ayer,
lo trajo un bandoneón
amargao de tener
que llorar sin razón.
Y vuelve del pasao,
trayendo en el vaivén
burlón de su compás
el recuerdo de los tiempos
que ya nunca volverán.
El recuerdo de los tiempos
cuando armaban las eufemias
bailetines de academia
con estilo de zanjón.
Donde entraban los muchachos
de prosapia corralera
requintando los masseras
al pisar en el salón.
Cuando el tango se bailaba
corazón a corazón.
Aquí llega el milongón,
contando en la canción
su historia de arrabal
que lloró el bandoneón
y olvidó la ciudad.
Por eso el retintín
quebrao de su compás,
picando en el violín
como entonces marca el paso
ligerito del botín.