Inevitable fue mirarte a los ojos
Y comprender que no hay nada más perfecto que el azul del cielo conjugado en tu mirada
Y el frescor de tu juventud que brilla más que la sorpresa de tu presencia
Que desgarra el firmamento como la luna en la noche.
En ese instante supe que mi alma no era capaz de enfrentar tu imponente belleza
Y mi alegría de verte se ahogo en el más profundo silencio
Y en el pusilánime abismo de mi incesante inquietud
Los segundos parecían minutos y los minutos parecían horas
Y sin embargo tu caminar seguro contrastaba con los fantasmas de mi pasado
Que me hunden en la desconfianza y en la agonía del socorro de mi mal traído corazón
Cuando me sonreíste supe que ahí todo sería distinto
Y desde allí el mundo cambio para siempre
Nunca olvidaré ese momento
Nunca olvidaré el calor de tu abrazo
Nunca olvidaré la alegría de tu voz
Ni jamás olvidare el perfume a azahar de tu elegancia