Heridas como manos enlazadas
con nudos de una silenciosa trampa,
temores que deforman las palabras,
sonidos de mortal ineficacia
intentan una equívoca jugada,
gratuita como el aire de las jaulas,
enferma la razón tiene morada
haciendo de saliva a las araáas.
Qué pasa, que no hay nada más que nada,
nada de nada, nada de nada,
nada más que nada.
El frío del pasado a las espaldas
construye espejos tras cada ventana,
la luz, cuando una vela está apagada,
tropieza con su llama imaginaria.
Se agrieta una canción en la guitarra
regando sus latidos en voz baja
y así, inexorable, el tiempo pasa,
inmóvil, detenido en su mortaja.